Este país es tan incongruente e incomprensible que, en ocasiones, me recuerda a Yankilandia. A esa nación, la de las barras, las estrellas y la doble moral, donde no puedes tomarte una cerveza hasta los 21 pero puedes ir con pipa, como Harry el Sucio, a comprar mantequilla de cacahuete.
Aquí, en España, el País de la Pandereta, una niña de 16 años puede practicarse un aborto sin comunicárselo a sus padres. Mientras tanto, ingenuos, éstos piensan que su hijita está haciendo un trabajo de Conocimiento del Medio en casa de su amiga Mariflor. Si la niña, en un alarde de responsabilidad, se molesta en ir a la farmacia porque ha pasado de la («jo, tía, cómo me corta el rollo») gomita, podrá adquirir, tantas veces como quiera y sin receta, un bombazo de hormonas (la píldora del día después) para solucionar el contratiempo. Sí, como si fueran lacasitos. Ella puede hacer eso, la ley se lo permite, pero usted no puede encender un cigarrillo mientras se toma el café cortado a media mañana. Esto es un Estado de Derecho, con sus libertades de diferente calibre.
De la misma forma, un padre no puede fumarse un pitillo mientras mira cómo su hijo hace un castillo de arena en un parque infantil. Por supuesto. Vaya padre irresponsable y cabrón (pensarán algunos), deberían quitarle la custodia y encerrarlo por corrupción de menores e infanticidio. Pero si ese mismo padre pasa del parque y deja a su hijo en compañía de la telebasura de la tarde mientras se come el Phoskitos de la merienda, estará siendo un padre modelo, digno del título de Superpapá de 2011.
En este país, unos críos cabrones violan, torturan y matan, y se van unos añitos a un centro de menores, a hacer talleres de marquetería, jugar a las cartas, etc. Porque el Estado, a través de la Ley del Menor, se preocupa por reinsertar a esos pequeños bastardos, que tuvieron una infancia difícil y no merecen ser excluidos tan pronto por la sociedad, pobrecitos. Sin embargo, usted va a ser alineado de su círculo de amistad en las reuniones cuando quiera fumar, será un marginado, un paria, la gente le mirará mal, como si su cigarro fuera un pico de heroína chunga recién comprada en Las Barranquillas.
Hablando de droga, en Galicia, la droga entra a espuertas, pero no siempre las fuerzas policiales interceptan los fardos de farlopa, a pesar de las denuncias ciudadanas. Pero si usted se enciende un cigarro en un bar y, algún anónimo, en un acto de valentía y patriotismo digno de la Guerra de la Independencia le denuncia, es posible que la policía se presente para ponerle un multazo…y algo más si se pone chulo. Es genial, regresamos a las denuncias anónimas de la posguerra y jugamos a ser Torquemada en la Inquisición ¡Es diver!
Así está el país señores, así. Abortos sin consentimiento, asesinatos que quedan impunes, tráfico de drogas, telebasura, y paro galopante. Pero no importa, ¿qué mas da? Estamos todos muy contentos porque «Qué bien, mi abrigo sigue oliendo a Ariel cuando salgo del bar». Pueril, simplemente. Así es cómo se cae en la trampa de los gobiernos, aceptando cortinas de humo como ésta, mientras cerramos el año 2010 con cifras de paro histórico
Feliz 2011, felices miradas más allá de las propias narices y felices 9450 millones de euros recaudados gracias al tabaco por el Gobierno.
Y que viva España